Undécima parte

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Escrito por F. David Ruiz

Estoy aquí.
Contad conmigo.
Yo también soy vosotros.

A.G.

Son ellos. Han llegado hasta aquí buscando más de sí mismos. Son ellos, sin duda. Pero todavía no lo saben.

He sido invitado a escribir aquí después, justo después, todavíanosécómo después del escritor e ideólogo que creó La Casa –aquí lo decimos así: La Casa. También hay quien la llama La Fundación, a secas, como si no hubiera otra más que la que nos juntó– . Y lo cierto es que escribo con un alto grado de responsabilidad. Cualquiera que haya pasado por aquí lo sabe: es prácticamente imposible escribir sobre aquella experiencia, describir de una manera equilibrada la suma de los días de trabajo y de aprendizaje nuevo aquí dentro.

Apenas se han encendido las luces del salón y el claustro y yo he sabido, como en aquel poema de Federico, que La Casa no era ya mi casa. Al menos no como lo había sido antes. Al salir, la undécima apagó las luces. Después, dos promociones más han devuelto el calor humano a las habitaciones. La decimocuarta es todavía una recién llegada a un nuevo invierno.

En nueve meses un ser humano es capaz de reproducirse en todos los sentidos, cuando menos un artista. Alguna vez se lo oí al mismo Antonio Gala. Entren al juego si quieren: sin la doble lectura en esta casa no seríamos nada ni nadie. Nueve meses, el tiempo que los residentes pasábamos allí dentro, deberían bastar para la redacción de varias novelas o poemarios, un conjunto escultórico, una investigación literaria, una exposición con cierta unidad y la composición de una memoria final que nos recogiese a todos. Eso sí, trufados aquellos nueve de las visitas de artistas, escritores, profesores, músicos y, por supuesto, las del mismo Antonio, que nunca han dejado indiferente a nadie. Visitas, por otra parte, que son la esencia de La Fundación. Cuando Antonio está en La Casa, en su casa, la fuente está encendida y hay cafés y periódicos dando un repaso a la actualidad. Cuando está, algo se completa: él también es nosotros.

Llegaron a ciegas. Sin saber demasiado de este corazón latiente de la cultura en Córdoba. Cada uno desde un rincón. Cada uno como un todo y cada uno como una parte. Y sin embargo, el todo siempre es más que la suma de las partes. Son esquemas que no se explican. No hay taller ni prólogo que pueda resolverlo así. Cada quien con su casa a cuestas. Ellos han traído lo que son y lo que van a ser. Que sea su casa esa.

No quiero terminar hablando de cada uno de mis compañeros. Tampoco hablaré de los afectos encontrados en otras promociones. A la Undécima llegamos para trabajar y trabajando seguimos. Algunos ya han publicado sus novelas. Otros han hecho medallas y reconocimientos de sus cuadros y sus esculturas. Y otras siguen en doctorados y trabajos universitarios que bien merecen el esfuerzo. Ellos son, no es un tópico, mucho más de lo que podría yo contar de ellos.

Hay muchas casas dentro de la casa de cada uno y por todas pasa el tiempo. La Fundación Antonio Gala, como es evidente, no es ajena. Me gusta pensar que ellos lo saben. Con todo, me gusta volver para sentir que nada cambia y que siempre es el mismo cielo el que enmarca el claustro. Como alguien me dijo una vez: las ciudades son personas. En nuestro caso, las casas que son La Casa las hacen también sus personas. Espero que lo sepan porque ellos se lo han buscado.

 

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1 Comments

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  1. Israel Pintor

    Una segunda publicación a la medida de La Casa: grande y bella. Celebro el tiempo en que las ventanas se abren para recordarnos, a los que habitan y a los que habitamos, la bienaventuranza fecunda.

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